Estados Unidos y la Unión Europea contienen hoy su conveniente llanto ante el sufrimiento de reos palestinos vejados en cárceles iaraelíes mientras fuerzan lágrimas por un preso contrarrevolucionario cubano muerto al servicio de Washington.
Las lágrimas derramadas están incluidas en el guión de la campaña contra la mayor de las Antillas, tras el deceso voluntario de un prisionero común, complaciendo a los sectores más reaccionarios del país norteño y sus aliados del Viejo Continente.
Sin embargo, los aliados privaron al mundo de escuchar sus sollozos cuando la prisión iraquí de Abu Ghraib saltó a los primeros planos mediáticos, con fotos mostrando los abusos y atropellos cometidos por los verdugos estadounidenses a cargo del penal.
Nadie pudo ver sus almas conmovidas por las torturas perpetradas a supuestos terroristas durante los interrogatorios en las cárceles secretas, acto violatorio de la Convención de Ginebra, firmada en 1949.
La pregunta ahora es porque fingen llorar desconsoladamente por un mercenario cubano, de largo historial delictivo, y no por las penurias de civiles palestinos en cárceles israelíes.
Los medios prestados a la difamación y la calumnia contra Cuba pasan por alto lo que ocurre en los fríos y oscuros sótanos de los centros penitenciarios de Tel Aviv.
Gracias a los testimonios de sobrevivientes y sus familiares palestinos se tiene la imagen del drama que se vive en esas celdas de seis metros cuadrados y que alojan hasta 13 reclusos.