En dos agitados días de abril en Washington, el mundo dio un gran paso adelante para dejar atrás una amenaza, y enfrentar otra más ominosa: la posibilidad de que las armas nucleares caigan en manos del terrorismo.
Casi 20 años después del fin de la Guerra Fría, luego del fin de la inquietante situación que provocaba la destrucción mutua asegurada, el presidente Barack Obama dio un atisbo de la nueva era en una cumbre sin precedente de 47 naciones para empezar a enfrentar la nueva amenaza.
Es un importante primer paso. Al mayor nivel, otorgó prioridad a lo que se anuncia como un continuo esfuerzo por aprovechar mejor los recursos mundiales, para mantener el plutonio y el uranio altamente enriquecido fuera de las manos de terroristas y contrabandistas.
Para hacerlo se necesita una cooperación inusual y complicada en todo el mundo. Los secretos nucleares de las naciones podrían quedar expuestos. Los inspectores mundiales podrían poner de manifiesto la ineptitud de algún gobierno. Los asesores internacionales podrían tener que reescribir las leyes nacionales para reprimir la negligencia en la seguridad nuclear.
Lo que se necesita es un nuevo modo de pensar, dijo Obama a los presidentes y primeros ministros, haciéndose eco de una advertencia profética de los primeros días de la era nuclear.